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Espejito, dime que soy la más fea

La captotrofilia es un trastorno obsesivo que lleva a mirarse en el espejo en búsqueda constante de defectos.

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Corbis

Las mujeres emplean una media de 55 minutos diarios en cuidar su apariencia, lo que supondría 6,4 horas por semana (los hombres un poco menos, 4,5 horas/semanas) y un total de dos semanas enteras en un año. Estos son los resultados de una encuesta reciente realizada por el programa Today de la NBC, con 2000 participantes adultos y 200 adolescentes. Unos años atrás, un estudio realizado en el Reino Unido para la firma cosmética Transformulas International constató que, en algunas partes del país, las mujeres británicas se miran al espejo 71 veces al día, aunque la media nacional era de 34 veces (y de 27 para el caso de los hombres).

¿Obsesionados con la imagen? En los tiempos que corren en los que parece que no eres nadie sin un selfie, parece más que seguro. El problema llega cuando una persona se percibe fea o desfigurada y se mira constantemente en el espejo (o en cualquier superficie plana que le devuelva su imagen) en busca de esos defectos que está convencido de poseer.

Esta conducta tiene un nombre, captotrofilia, y se enmarca dentro de las patologías relacionadas con la obsesión y los trastornos dismórficos corporales. “Engloba dos comportamientos. Por un lado, esas personas no se ven bien, no se encuentran guapas, creen que tienen la nariz demasiado grande etc. Por otro lado, necesitan mirarse al espejo para constatarlo y, cuando lo hacen, se sienten saciados porque encuentran lo que buscaban", explica Sergio García, psicólogo terapeuta en El Escorial y Madrid. "Con esa conducta de mirarse al espejo, se quedan tranquilos durante unos segundos, al encontrar ese defecto que ellos creen tener”, añade.

Por la consulta de Manuel Oliva, psicólogo clínico de Activa Psicología, han pasado chicos jóvenes que han convertido este comportamiento en una obsesión. “En concreto recuerdo a un paciente que se había sometido a dos cirugías de orejas, otras dos de nariz, un tratamiento capilar y se seguía viendo mal. En su idea de ser perfecto, estaba todo el día mirándose al espejo”.

Jean Shrimpton
Stan Meagher (Getty Images)

Getty

No hay estadísticas ni datos para saber cuántas personas estarían afectadas por captotrofilia que, en realidad, es un trastorno que no suele verse aisladamente en las consultas. Suele presentarse como un comportamiento transitorio, que perdura entre 3 y 6 meses, y que esconde o adelanta algo más, explica García. Es lo que los expertos llaman un “pródromo”, un síntoma inicial de otra enfermedad, que en este caso puede ser anorexia nerviosa, trastornos obsesivo compulsivos o trastorno de distrofia corporal. También hay que descartar que detrás se esconda una psicopatía.

Como la madrastra de Blancanieves, quien más quien menos se mira al espejo unas cuantas veces al día (en España no se han contado aún, como en el Reino Unido). A veces nos gusta lo que vemos y otras veces no tanto. ¿Dónde está el límite? “Los hombres y mujeres somos coquetos. Siempre nos ha gustado ver nuestra imagen para apoyar nuestra autoestima, como un termómetro de cómo estamos y del paso del tiempo.Vivimos en una sociedad que nos exige una imagen pública óptima. Pero el umbral debemos fijarlo en el momento en el que ese comportamiento de necesitar mirarse continuamente al espejo afecta a nuestra vida personal y/o laboral”, añade el terapeuta.

La psicoterapia es la primera prescripción para personas con captotrofilia y se empieza por hacer un diagnóstico diferencial. El terapeuta debe tratar de averiguar cómo ha comenzado ese comportamiento. “Lo primero es conocer la historia de esa persona desde pequeño, qué importancia ha tenido el físico en su familia, si de niño le comparaban con otros –físicamente o en cualquier otro aspecto–, si ha vivido algún tipo de rechazo a nivel social por un asunto físico, psicológico o intelectual. Hay que buscar si su autoestima es pobre y, en ese caso, reforzarla, y desde luego tratar de evitar que se meta en una dinámica de cirugías. A veces llegan a mi consulta por recomendación, no ya solo de sus familias, sino de los propios cirujanos”, indica Oliva.

En el boom de las redes sociales, en las que muchas personas difunden su imagen constantemente y se someten así al juicio de propios y extraños, a los afectados por captotrofilia no les verás haciéndose 'selfies' y subiendo su foto a Instagram. Para quienes no valoran su imagen, la situación es aún más obsesiva al vivir en constante comparación con quienes sí se exhiben. “Nunca veremos su rostro real y como avatar para las redes sociales utilizarán un animal, un paisaje, un dibujo… Tuve una paciente que siempre salía de espaldas y solo mostraba su nuca”, cuenta Sergio García.

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