El verdadero Santa Claus: el santo San Nicolás de Bari

Parece que vivíamos engañados y Santa sí existe, aunque quizás menos rechoncho, sin Rodolfo “el reno” y evidentemente con menos duendes y elfos a su cargo.

Jessica Martin
Turismo
El verdadero Santa Claus - el santo San Nicolás de Bari
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Aunque la figura de “Santa Claus”, (tan bien conocido como “Papá Noel” en los países de habla hispana), no sea desconocida para nadie y muchos lo asociemos a ese viejito regordete con risa profunda en “jo, jo, jo” de ropa roja que vive en el Polo Norte lo cierto es que casi nadie sabe que de hecho, se basa en una persona que sí existió.

Así es, ya no le podrás romper el corazón a más niños, porque sí, Santa, existe… o al menos lo hizo alguna vez y por ello se le recuerda cada navidad.

¿De dónde salió el mito de Santa Claus?

La historia original de Santa Claus proviene del año 270 en Patara de Licia, en el Imperio Romano cuando nace el santo Nicolás de Bari o Nicolás de “Mira”, (un pueblo turco en donde también veneran sus buenos actos).

Nicolás, fue un hombre de fe nacido de católicos durante el imperio romano, que sería primero presbítero y luego Obispo por un golpe del destino en donde al morir sus padres él iba deambulando en Mira, entraría a un templo y sin querer interrumpiría un concilio para la selección del próximo Obispo de la región.

Sus primeros años como católico no fueron los más “dignos de un santo” ya que tuvo arranques un tanto extremos como querer quemar todos los templos paganos de la antigua Constantinopla, acto por el que Nicolás sería encarcelado y le quemarían la barba, hasta que el emperador Constantino lo liberó haciendo que tomara la fe desde una perspectiva mucho más afable.

Él, un hombre rico que abandonó todo por seguir a Dios, se volvería de poco un referente de dulzura y sencillez durante sus poco más de entre 75 – 80 años de vida, velaría profundamente por la comunidad de Mira en Turquía, volviéndose uno de los pocos santos no mártires del catolicismo, con una fama que le generó devoción en Oriente y Occidente.

La historia de San Nicolás de Bari

Mira, (ahora Demre), era una región turca pobre y en la que azotaba bastante la crudeza del invierno, y Nicolás era bastante consciente del hecho, por lo que una navidad particularmente cruda dedicó su tiempo y esfuerzos a tallar juguetes rústicos en madera y pintarlos para dárselos a los niños el 25 de diciembre como un símbolo de la esperanza que había nacido con Cristo en la Nochebuena.

Nicolás no dejó de crecer en popularidad y se conmemoraba no sólo cercano a la navidad sino también en el onomástico de su muerte, (6 de diciembre), lo que llevó a que durante cientos de años fuese altamente reconocido, no obstante la Reforma Protestante del 1500 generó la abolición de las figuras de culto a los Santos y Nicolás con ellos, cayó en el olvido.

Si bien, esto generó que las tradiciones germánicas del Krampus y la Bruja Befana de Italia se extendieron, junto con el belén (nacimiento), y el árbol de navidad, se popularizaran y arraigaran, hubo cientos de familias en los Países Bajos de Europa que se negaron a dejar a San Nicolás de lado y lo llamarían “Sinterklaas”.

Sinterklass se iría con los colonos al Nuevo Mundo, difundiéndose no como una figura religiosa sino como una especie de mito que acompañaba no sólo la navidad para los anglosajones sino también para aquellos que hablaban castellano.

En quién se inspiró la imagen de Santa Claus que conocemos
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Cómo pasó de ser San Nicolás a Santa Claus

La navidad en los países no católicos o “protestantes” y sus colonias se había convertido en todo menos una celebración religiosa, incluso, se ponía como un día donde “abundaban los borrachos”, por lo que, a principios del 1900 los estadounidenses habitantes de Nueva York se propusieron cambiar las reglas del juego y hacer de ésta una fecha familiar como sus inicios, (además de bajar la tasa de delitos y violencia), y retomaron a la comunidad holandesa con el “Sinterklaas” que se pronunciaría “Santa Claus” pasando de un santo católico con sotana a un hombre regordete, barbón, de traje rojo y con renos en un trineo.

Santa Claus se volvió una figura del imaginario colectivo de Estados Unidos y se terminó de propagar en Europa y el resto del mundo gracias a los soldados de la Segunda Guerra Mundial, (finales de 1945 en adelante).

Si bien, desde 1800 ya había libros y poemas en honor de San Nicolás, como el poema “A Visit From St. Nicholas” de Clement Clarke Moore, el Santa Claus gordito que conocemos no fue una imagen clara hasta que el equipo de mercadotecnia del refresco de cola rojo con blanco más viejo en la historia de las “sodas” pediría una obra por encargo a Hhaddon Sundblom en 1930 y de ahí, para los años posteriores “ese” sería el Santa Claus que todos conoceríamos.

Si bien la mezcla resulta extraña, el afable anciano de pronunciada barba y traje rojo, que además cumple con el rol de esposo y jefe de cientos de miles de elfos que habitan en el Polo Norte, y que increíblemente recorre en 12 horas el mundo entero, (pese a diferencias de usos horarios), la nochebuena se volvió parte inexorable de lo que hoy conocemos como Navidad.

Así, Nicolás pasó de ser uno de las figuras más veneradas por católicos de la Edad Media, así como santo patrono de marineros, prestamistas y hasta naciones como Rusia, Grecia y Turquía, dueño de un templo que en 550 construyeron en su honor en Roma; a el hombre regordete que trae juguetes.

¿Quién lo hubiera dicho?

A veces, la realidad supera a la ficción y es tan real este santo que sus restos aún permanecen en una cripta en la basílica en Bari, al sureste de Italia tras ser sacados de Mira, Turquía hace siglos…

Se nombre como se nombre, San Nicolás de Bari o de Mira dependiendo de Oriente u Occidente; Santa Claus o Papá Noel a nivel internacional; Olentzero en Euskal-Herria; Tio de Nadal en Cataluña; Apalpador en Galicia; ‘Jultomten’ o ‘Julenissen’ en Suecia y Noruega; Sinterklaas en Holanda; ‘Joulupukki’ en Finlandia o hasta “Santa Albahaca” en Grecia… El título no importa, cuando el hombre que creó el mito es el mismo, tan patente hoy como ayer y siempre.

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