Muchas personas consideran que comer sano es tan caro que se hace imposible costearlo, razón por la que deben acudir a otras opciones de alimentación menos saludables que se adapten a sus presupuestos, pero, ¿qué tan real es esto?

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) hizo un estudio que reveló que Latinoamérica y el Caribe son parte de la zona del mundo en donde es más difícil adquirir alimentos sanos, según reseña The Food Tech.

Dicha investigación halló que hacer una dieta saludable genera en Latinoamérica y el Caribe un gasto diario de 3,89 dólares por persona. Por su parte, en otros lugares del mundo como Asia, el coste es de 3,72 dólares; África de 3,46 dólares, Norteamérica y Europa de 3,19 dólares.

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Estos alimentos, según los datos recogidos por la FAO, son inalcanzables para unos 3.000 millones de personas, que no pueden permitirse una dieta saludable. Número que ha ido en ascenso desde 2020, luego de la llegada de la pandemia del COVID-19 y sus efectos negativos en la economía; pero, ¿comer sano es más caro que comer mal?

Comer mal puede ser más una decisión personal que la consecuencia de tener pocas opciones de alimentación sana / AFP / ALEJANDRO PAGNI

Comer sano vs. comer mal

Aunque el informe anteriormente mencionado detalla las razones por las que comer saludable puede ser muy caro para muchos latinoamericanos y caribeños, se cree que comer mal es más barato que hacerlo de forma saludable.

Forbes hace referencia a la investigación hecha por investigadores de la UNAM, quienes hallaron que el consumo de verduras, legumbres, frutas y algunas proteínas de origen animal, tiene el mismo costo que alimentarse con ultraprocesados, hipercalóricos y otros sin valor nutricional.

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El medio especializado en economía detalló que un grupo conformado por siete expertos evaluó entre 2014 y 2019 a un grupo de 2.014 niños y adolescentes entre 4.5 y 20 años, que respondieron a un cuestionario de alimentos para conocer la características de la dieta.

El resultado fue que habían tres patrones: el saludable, el de transición y el no saludable. Ante esto, se hizo un recorrido por supermercados, mercados y tiendas para sacar el promedio del costo de esos alimentos, sin embargo, no mostró diferencias significativas.

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